Essa é para a Imprensa e a oposição extrebuchar de raiva.
Nota de Dirceu Faria
Quizás una de las más raras cualidades del calendario Pirelli sea su
poder aglutinador. Anoche, en la celebración de su edición 2013, en los muelles
de Río de Janeiro, se escenificaba este presupuesto con Sofía Loren como musa
oficial, Lula da Silva ejerciendo de estrella robaplanos invitada, y
presentando entre plato y plato, el actor brasileño Rodrigo Santoro (exnovio de
Gisele Bundchen a quien recordarán por un papel secundario en Perdidos o
como rey persa como de disco ibicenca en 300). Todos ellos rodeados de
las habituales supermodelos que nutren anualmente esta fiesta. En esta ocasión,
todas ellas con perfil solidario, como exigían las reglas del nuevo almanaque.
El casting de la velada, de lo más
inesperado, contaba también con un par de actores de Hollywood de relumbrón
para entretener a las maniquíes en la mesa secundaria: mientras Owen Wilson eludía sacarse fotos con cualquiera
que se le acercara iPhone en mano, Stephen Dorff lanzaba guiños entregados a las
bellezas de calendario que le rodeaban. Ya sucedió el año pasado en Nueva York,
donde se presentó la edición anterior de The Cal y comparecieron, en plan
sorpresa, Julianne Moore (exmusa del
almanaque) y Adrien Brody.
Lula da Silva, con Sofía Loren. / PIRELLI
En la mesa principal, la insustituible Loren
(enormes gafas graduadas, escote generoso, gargantilla y pendientes de valor
incalculable e imperturbable sonrisa) convocaba a un enjambre de curiosos, VIP
y no tanto, escoltada por Da Silva y Marco Tronchetti, dueño y señor del
imperio de caucho. Steve McCurry, veterano fotógrafo de guerra
responsable de la edición teñida de solidaridad para 2013, boqueaba como pez
fuera del agua mientras la modelo brasileña Isabeli Fontana se imponía
como cómplice desde el asiento de al lado para sacarle del apuro de ejercer de
estrella, aunque solo fuera por una noche. La top etíope Liya Kebede mariposeaba por
la mesa principal para percatarse de que su nombre estaba en la de al lado, la
de los “pequeños”, donde finalmente tomó asiento, resignada junto a otras
tersas caras con menos recorrido que la suya. El cruel juego del estatus de
celebridad, dibujado en apenas treinta sillas.
El resto de asistentes, unos 500, se repartía
entre corporativo, periodistas invitados, celebridades locales, compromisos y
clientes preferenciales. Tal y como proclamaba Da Silva desde el escenario,
delatando una insólita faceta de entertainer, Brasil tiene que agradecer
mucho a Pirelli. Y tanto. La multinacional italiana ha hecho de la
superpotencia su puntal en Sudamérica, con cinco fábricas de neumáticos y un
nuevo circuito de pruebas de Fórmula 1. También presumía Da Silva, encorajado,
de que pronto su patria será la quinta potencia del mundo y de cómo ha subido
el nivel económico de sus habitantes, “lo que significa que Pirelli podrá
venderles más neumáticos aquí, con la consiguiente creación de empleos y
crecimiento económico”. Como a Esperanza Aguirre tras abandonar el cargo, a
Lula todo el mundo en la sala le seguía llamando presidente. Tronchetti, con
quien mantiene un apreciable colegueo, le respondía a cambio que “para Pirelli,
la presencia en Brasil es mitad negocio, mitad corazón”. En medio, cual
cariátide, con la pose perfectamente alicatada, la Loren apenas dijo ni pío. El
esforzado galán Santoro le soplaba hasta el nombre del fotógrafo, al que tenía
que presentar. No hace falta decir que la actriz de 78 años no llegó más allá
del segundo plato.
El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da
Silva y el presidente de Pirelli, Marco Tronchetti, en la fiesta de la firma de
neumáticos anoche en Río de Janeiro. / SANTI CARNERI (EFE)
Entre comanda y comanda, las distracciones
retaban la capacidad de sorpresa de los presentes: un número acrobático de
Cirque du soleil por encima de las mesas, un cuarteto de cíngaras virtuosas del
violín con un fondo de música disco… hasta la aparición de Marisa Monte acompañada de banda y arreglos de cuerda a los
postres. A la brasileña le ha pasado como a Julieta Vengas en México, que
comenzó como musa indie nacional y se ha ido descafeinando
progresivamente a medida que conquistaba a todos los públicos. La cantante, que
también posa en el calendario, logró que los presentes se levantaran de las
mesas para arrimarse a las tablas. Al final invitó a Carlinhos Brown a acompañarla a los bongos, como
preludio de la fiesta-fiesta.
Isabeli Fontana se contoneaba animando a Steve
McCurry, que por primera vez en dos días sonreía con cara de alivio, sabiendo
que pronto volvería a su pecera. Se retiró de inmediato. A su hombro colgaba su
fiel cámara digital de una cinta desgastada, probablemente la misma que ha
recorrido Afganistán, Uganda y tantos otros sitios. Por una noche, ese objetivo
descansaba de los horrores de la guerra rindiéndose al glamour. Mientras la
celebración pasaba del salón a una pista improvisada en los muelles, las
modelos y caras conocidas salían escopetadas. Probablemente a ellas también les
quedaban otras guerras, muy distintas, por librar.
Fonte
– El Pais
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